Puede parecer extraño, pero la verdad no lo es. Oler gasolina es una acción que sin quererlo mucha gente disfruta cada vez que va a recargar el estanque del automóvil, y lo cierto es que tiene una explicación científica.
La gasolina es un cóctel químico compuesto por muchos ingredientes, que incluyen anticongelante, lubricantes, agentes antioxidantes y cientos de compuestos químicos conocidos como hidrocarburos. Tiene butano, pentano, isopentano y los llamados compuestos BTEX: benceno, etilbenceno, tolueno y xileno. De todos esos compuestos, el benceno es el responsable del olor a gas de la gasolina.
El benceno se añade a la gasolina para aumentar los niveles de octano, lo que mejora el rendimiento del motor y la eficiencia del combustible. El benceno tiene un olor naturalmente dulce al que la mayoría de las narices son particularmente sensibles, recoge la revista Discover.
De hecho, a lo largo del siglo XIX y principio de XX, se añadió benceno a los productos para después del afeitado y las duchas para darles a estos productos un aroma dulce. También se utilizó como disolvente para descafeinar café. Pero estos usos no duraron mucho, y por una buena razón: el benceno es un cancerígeno conocido y es peligroso cuando se inhala en altas concentraciones o en una exposición a largo plazo.
Hay dos teorías que explican el gusto que produce olerlo. El primero es que nuestro cerebro puede evocar recuerdos si capta un aroma familiar. Entonces, es posible que hayamos formado una memoria poderosa y agradable que está unida al olor a gasolina, o específicamente al benceno. Puede ser que tu cerebro haya vinculado el olor a gas con los recuerdos felices de la infancia de los viajes de verano y cuando captas ese aroma a benceno, desencadena una sensación acogedora y nostálgica relacionada con un recuerdo destacado, recoge La Sexta.
Otra teoría se centra más en el efecto físico que tiene el benceno sobre los receptores nerviosos que detectan el olor. El benceno y otros hidrocarburos, cuando se inhalan, tienen un efecto supresor sobre el sistema nervioso, lo que resulta en una sensación temporal de euforia. Produce una sensación placentera que no es diferente al alcohol o una gran cantidad de otras drogas.
Probablemente, se podrían aplicar estas dos teorías para explicar por qué las personas se sienten atraídas por el olor de subrayadores, pelotas de tenis, libros y otros olores que por extraño que parezca, producen placer.