A pesar que estuvieron casados dos años, Marlon Brando nunca le pudo perdonar a su esposa, y madre de uno de sus hijos, que lo engañara de la manera en que lo hizo. El actor, una de las figuras cinematográficas más importantes del siglo XX, descubrió después de la boda que su flamante mujer, una supuesta estrella del cine indio, era en realidad una galesa cuyo más reciente trabajo había sido como cajera en una carnicería y que apenas había rodado una película.
Una biografía recién estrenada cuenta la historia de esa mujer, de cómo la prensa estadounidense le fabricó un brillante pasado que ella asumió como verdadero y de cómo su familia quiso evitar a toda costa que la sociedad británica descubriese el pasado de casi 150 años de antigüedad que los O’Callaghan sí que tenían en la India.
Marlon Brando, que a sus 33 años tenía una marcada «preferencia por las mujeres de apariencia asiática», se casó el 11 de octubre de 1957 con una joven 10 años menor y que aseguraba ser Anna Kashfi, una exótica «actriz de 23 años procedente de Darjeeling», explica la autora de la biografía Sarah Broughton. Ella, que acudió a la ceremonia embarazada de dos meses, consiguió mantener la mentira acerca de su identidad apenas 24 horas.
La mentira destrozó el ego del actor y lo peor es que se enteró a través de los tabloides ingleses, que al día siguiente de la boda publicaron que Kashfi no sólo era en realidad una galesa de Cardiff que se llamaba Joan Mary O’Callaghan, sino que además jamás había triunfado como actriz y antes de conocer a Brando trabajaba «rodeada de salchichas».
Joan, nacida en Calcuta en 1934, además de ser asistente en una carnicería y modelo de ropa india en Londres, llegó a actuar en una película de Paramount dirigida por Spencer Tray en 1955, conociendo a Brando apenas tres semanas después de su llegada a Hollywood. La prensa estadounidense, especialista en reinventar a sus personajes, aceptó como buena la biografía falsa que les entregó el estudio en la que la definía como «la Grace Kelly india» y en la que se aseguraba que hablaba «francés, italiano, español, alemán, hindi y tres dialectos» del subcontinente, además de su pasión por «la escultura en arcilla, la pintura y la decoración.
La sociedad británica de la época, a pesar de la incipiente multiculturalidad, consideraba como un motivo de vergüenza el hecho de provenir de las colonias del imperio, por lo que cuando el padre de ella fue preguntado en su casa si tenían alguna ascendencia o relación con la India, él prefirió ocultarlo: «No existe ninguna sangre india en mi familia. Les puedo asegurar que es absolutamente inglesa y que no tiene lazos de sangre con los indios ni nada por el estilo».
«Los periódicos de entonces empezaron a dejar caer que ella era una mentirosa y él un estúpido», asegura Broughton. Brando jamás le perdonaría esta mentira, y a pesar de que el pequeño Christian Brando nacería siete meses después lo cierto es que ambos se divorciaron en 1959. Desde el mismo primer día de casados, la relación entre ellos se hizo insostenible comenzando una batalla que se extendería durante años con respecto a la custodia del hijo que tenían en común, recoge El Mundo.
Pero no todo era falso en la historia de O’Callaghan, o Kashfi. Lo cierto es que la familia sí que procedía de la India, donde estuvieron asentados al menos desde 1797 trabajando, entre otras profesiones, en la instalación de vías ferroviarias y desde donde llegaron por primera vez a Inglaterra en 1948 una vez que el país consumó su independencia.