Y aunque pareciera ser que los payasos ya desaparecieron, o bajaron su aparición, lo que ronda las redes sociales hoy es la macabra historia de «Pogo», el payaso diabólico que, presuntamente, dio origen a la bromita.
Se trata de un asesino en serie originario de Illinois en Estados Unidos, que entre 1972 y 1978 violó y asesinó a 33 adolescentes, que luego enterró en distintas partes de su casa.
Su veradero nombre era John Wayne Gacy Jr., y nació en Chicago. Era el segundo de tres hijos de un matrimonio compuesto por un maquinista y una dueña de casa y de niño sufría de obesidad, por lo que su padre lo maltrataba, le pegaba y lo llamaba «marica».
A los 9 años fue violado por un amigo de su padre, lo que le dificultó aún más hacer amigos. Tuvo que cambiarse de escuela cuatro veces, hasta que finalmente dejó los estudios. Mientras, su padre seguía golpeándolo.
A los 20 años se fue a Las Vegas donde trabajó en una funeraria por tres meses, y aprendió a embalsamar a una persona. Fue ahí cuando mostró actitudes poco usuales, cuando, según contó en una entrevista, se sintió atraído por un adolescente que había fallecido, y se subió sobre el cadáver a acariciarlo. Cuando se dio cuenta de lo que hacía, quedó en shock.
Fue ahí cuando decidió regresar con su familia y entrar a estudiar negocios a una universidad, a pesar de que no había terminado sus estudios secundarios. Allí, conoció a su esposa, tuvo dos hijos, y su suegro lo puso a cargo de una prestigiosa cadena de comida rápida.
Con poder y dinero, invitaba a adolescentes que trabajaban con él a su casa, donde tenía un bar en el garage, e intentaba seducirlos, llegando a chantajearlos para que se involucraran con él. Uno de ellos le contó a su padre, que lo denunció. Fue así como John fue acusado de abuso sexual a menores en 1968. En 16 meses estuvo libre nuevamente por buen comportamiento.
Se movió a otro vecindario, se casó de nuevo y se convirtió en el ciudadano modelo. Incluso, se unió a un grupo de hombres que se disfrazaban de payasos y hacían shows para causas benéficas. Fue así como nació Pogo.
En 1970, se separó de su segunda esposa, y cada vez llevaba más jóvenes a su casa. Hasta que cometió su primer asesinato, con un adolescente que encontró haciendo dedo y que llevó a su casa. Desde entonces, no se detuvo, llegando a asesinar a 33 adolescentes de entre 14 y 18 años, que enterraba en su casa.
Fue descubierto cuando las autoridades conocieron el caso de un adolescente que desapareció, y que la última vez que fue visto iba de camino a una entrevista de trabajo con John. La policía encontró evidencias para inculparlo, y fue condenado a 22 cadenas perpetuas y 12 penas de muerte.
Sin embargo, su maldad no conoció límites, ya que, al momento de su muerte, en mayo de 1994, jamás reveló dónde estaban enterradas todas sus víctimas. Aunque la mayoría fueron encontradas en el espacio entre el piso y el sótano de su casa, ocho de ellas quedaron sin identificar. La última víctima fue identificada en 2007, como Timothy McCoy, el primer asesinato de «Pogo».
De los no identificados, todos superan los 25 años, y se presume que hayan sido quienes descubrieron los cuerpos. Algunos fueron encontrados en la rivera de un río. Cuando murió por inyección letal, lo último que dijo fue: «Matarme no hará regresar a ninguna de las víctimas”, “¡Bésenme el culo!”, “¡Nunca sabrán dónde están los otros!”.