Un chiquillo bien poco vivaracho ingresó a una tienda en Inglaterra pa robarse unas persianas veneciana, que medían unos dos metros.
El ladronzuelo se metió el botín entre el pantalón y la chaqueta, pero como la persiana era grande, no alcanzaba a entrar en su escondite.
El cabro jurando que pasaba piola, se retiró del lugar, pero todos los guardias se dieron cuenta y lo salieron persiguiendo. No le quedó otra que devolver lo que había robado.
Producto de esto, el hombre fue apodado como el ladrón más estúpido del mundo.