“Habían algunos hombres realmente grandes en el gimnasio con enormes brazos y me hice amigo de ellos. Me llevaron el synthol (esteroide) y me entusiasmé por los resultados, si lo tomas una vez habrá definitivamente una segunda vez, es adictivo”, confesó Dos Santos para el medio Mirror.
La cosa se le fue de las manos, los bíceps terminaron convertidos en deformes piedras y el propio cabro de 25 pepas ya ni siquiera puso seguir inyectándose la aguja porque se rompía. Por eso acudió a agujas que vendían especialistas para seguir con la fatal adicción.
Pero su mujer le paró los carros, la cosa era ella o el synthol, a Romario aún le quedaban neuronas y optó por el amor. Cuando fue al doctor, eso sí, no tuvo muy buenas noticias: “Recuerdo al médico diciéndome que tendrían que amputarme ambos brazos”.
Al final una luz de esperanza llegó a la vida del metrosexual. “Gracias a Dios, el doctor me dijo que no habría que amputar. Podrían remover el synthol solidificado”, confesó Romario Dos Santos quien hoy no tiene problemas en contar su historia para que otras personas no cometan el mismo error que casi deja sin brazos a este vanidoso joven.