Los días pasaron y Boo logró capear el frío, pero no el hambre, y sus energías se agotaron de a poco. Fue en eso que llegó Shirley Zindler, de control de animales. El oficial junto a un ayudante intentaron ayudar al can, pero cada vez que se acercaron Boo huyó al árbol hueco.
“Tenía miedo a que le hiciéramos daño. No está acostumbrado a la gente. Era una situación desesperada, y sabíamos que teníamos que sacarlo de allí lo más rápido que pudiéramos”, comentó el oficial para el medio The Dodo. Después de una hora utilizaron una manguera para empujar al animal del lugar y sacarlo. El tiempo era vital porque el animal necesitaba ser atendido cuanto antes.
Tras el rescate Boo recupero la energía, pero no la confianza, de a poco los expertos trabajan para que el animal vuelva a creer en el amor y el cariño de alguien que quiera adoptarlo. Al menos la vida del perrito ya no corre peligro.