La abuelita se puso igual que la Señora Hortensia y prendió como pasto seco. Paró al lado del músico y empezó a mover el esqueleto como si estuviera en medio de una pista de baile. Dio lo mismo, la anciana se peinó con los pasos y, con las enérgicas meneadas de cola, dejó marcando ocupado a la gente que pasó alrededor. Todos pararon y aplaudieron a la vieja bailarina.