Todo esto ocurrió en Ciudad de México, cuando los policías pararon un vehículo para practicarle a su conductor un rutinario control de alcoholemia y el elegido fue Guillermo, un hombre de 49 años, que se bajó sin problemas de su auto, pero se negó a que le hicieran el test. Los policías cuando se acercaron , oyeron una voz que decía: «¡Está borracho, está borracho!». Pensaron que era otra persona pero no, era la del lorito que estaba acusando a su dueño de en qué condiciones iba manejando.
Finalmente el lorito tenía razón y el conductor iba borracho. Eso sí, el delatado conductor, pidió que no le separaran del animal ya que según él, si lo hacían, moriría, porque iban siempre juntos a todos los sitios, así que ambos acabaron en el calabozo.