En la ciudad de Dnipropetrovsk, al sur de Ucrania,un afortunado músico se sentó en una calle de la ciudad a tocar el saxofón, y de repente un perrito con ánimo de artista se paró juntó a él y cuando comenzó a tocar, el cachupín le acompañó con sus aullidos. Para los que iban pasando no pasó desapercibida la escena e hizo que fueran bien generosos y se ganaron unos buenos pesitos.
Ese día se conocieron, y luego se fueron cada uno por su lado, pero al día siguiente, de forma increíble, el fiel perrito volvió, y el músico adoptó al talentosos perro y le puso «Glinga» como nombre artístico y desde entonces, ya son un duo establecido.
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